Comer lo que se debe o lo que se puede

lunes, 4 de enero de 2021

Por: Este País

Sembrando desigualdad

Por su parte, la agroindustria sigue manteniendo el discurso de que a mayor producción mayor seguridad alimentaria, lo cual es falso. Por citar algunos ejemplos: dentro de los países con una mayor producción agrícola según la OCDE se encuentran Brasil (3º), Tailandia (7º) y México (10º). Sin embargo, de acuerdo a la FAO, en Tailandia el 9.3% de la población sufre de subalimentación o hambre crónica, en México esa cifra es del 7.1% y en Brasil del 2.5% (lo que equivale a 8.5 millones de personas en esta situación, como si todo el estado de Jalisco tuviese hambre crónica).

Además, según determinó Oxfam (Comité de Oxford de Ayuda contra el Hambre, por sus siglas en inglés), esa gran producción agrícola está en manos de un puñado de empresas agroindustriales. Por ejemplo: “En 2003 las cuatro grandes empresas comercializadoras de granos alimenticios, Archer Daniels Midland, Bunge, Cargill y Louis Dreyfus —llamadas las ABCD— controlaban el 75% del comercio mundial de cereales”[[5]](https://estepais.com/tendencias_y_opiniones/comer-en-mexico/comer-lo-que-se-debe-o-lo-que-se-puede/#_edn5). En el caso mexicano, los cinco estados de la frontera norte, más Durango y Sinaloa, concentran el 50% de la producción agrícola del país, según la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (SADER). Por lo que no es de extrañar que mientras que México crecía como potencia agroindustrial, también crecía la inseguridad alimentaria grave a moderada del país, que pasó de 27.4% (en el periodo 2014 a 2016) a 34.9% (de 2017 a 2019).

El problema es multifactorial. En el Programa Sectorial de Desarrollo Social 2013-2018, se aseguraba que “en el periodo reciente, entre los causantes principales de los elevados niveles de pobreza de la población se encuentra el crecimiento de los precios de los alimentos que ha repercutido en el poder adquisitivo del ingreso de las familias”. De acuerdo con el mismo programa, “si bien México es el octavo productor mundial de agroalimentos y las exportaciones agroalimentarias muestran un gran dinamismo, la producción nacional es insuficiente para abastecer la demanda interna de algunos alimentos básicos”.

En su libro Inseguridad Alimentaria y Políticas de Alivio a la Pobreza, la economista Blanca Rubio señala que, en nuestro país, “el impulso y la continuidad de las políticas de corte neoliberal, centradas en favorecer los intereses de las empresas agroalimentarias, trajeron consigo que se profundizaran la exclusión productiva de los campesinos, la dependencia alimentaria, la migración y la pobreza rural”. La anterior situación se vio agravada, asegura la economista, “por la competencia de los bienes importados, lo que lleva a que [los campesinos] no encuentren mercado para sus productos, o a que se los compren a precios tan bajos que les impiden reiniciar el ciclo productivo”.

A esto hay que agregar lo que Margarita Flores llama “la ganaderización de la agricultura”. Esto es que buena parte de lo que se siembra en México no es destinado al consumo humano, sino más bien es alimento para ganado (destinado a producción cárnica y láctea) con cultivos como la alfalfa o el sorgo; además, la mayoría las de importaciones de maíz amarillo que hace el país se utilizan para producir alimentos balanceados para animales, comenta la experta.

También se siembra soya, producto que, en su mayoría, se usa para aceites y productos ultraprocesados baratos. “El problema aquí es que siguen priorizando a quienes producen commodities, como frijol, arroz, sorgo, café y cacao. Aun cuando apoyan a pequeños productores se sigue perpetuando el esquema, y son los mismos granos que si bien aportan a la economía nacional, no aportan al bienestar de la población”, plantea Lisa Gravinsky.

Además tenemos al sector pesquero que está marginado de todos los cálculos y políticas públicas, como denuncia Esteban García Peña, director de campañas de la oficina de Oceana en México. No existe el abasto suficiente para dar de comer a las personas que dependen principalmente de la pesca y no existe la suficiente abundancia para que la gente que vive de pescar tenga ingresos o incluso tenga producto para comer.

Siendo autocrítico, Gustavo Gordillo, quien fue subsecretario de agricultura con Carlos Salinas de Gortari, apunta que “cada vez que nos viene encima una crisis como la 1995, la de 2007 o como ahora con la pandemia, se agudiza más el tema de la pobreza rural, crece más la desigualdad y nos damos cuenta de que mucho de lo que hemos hecho en el pasado no es sólido como para generar condiciones de resiliencia ni de capacidad para resistir shocks tan graves como los que hemos tenido”.