Cuidar sin protección

sábado, 17 de diciembre de 2022

Por: Berenice Valencia Para: Animal Político

La protección social es esa promesa de que al trabajar nos volveremos acreedores a seguro médico, pensión para el retiro y permisos de maternidad, entre otros. Pero, ¿qué cosas se consideran como trabajo para acceder a la protección social? Y, sobre todo, ¿qué actividades no cuentan?

Pensaríamos que una persona que ha trabajado de tiempo completo y durante 30 años, debería ser acreedora, por lo menos, a una pensión pero, ¿qué pasa si esa persona se dedicó a los trabajos de cuidados? Seguramente conoces a una persona -y seguramente es una mujer- que “nunca trabajó”. Es decir, nunca tuvo un empleo con salario porque dedicó su tiempo y su energía a trabajar cuidando de alguien -quizá ese alguien fuiste tú.

Los trabajos de cuidados son todas las actividades dentro y fuera de un hogar que se realizan para atender las necesidades físicas, psicológicas y emocionales de personas que requieren apoyo. Por ejemplo, las infancias, las personas adultas mayores o con discapacidad. Cualquier persona que haya cuidado a alguien sabe que es un trabajo poco valorado y pesado, que requiere tiempo y habilidades específicas.

Los trabajos de cuidados pueden ser remunerados -como el que realizan enfermeras, maestras y trabajadoras del hogar- o no remunerados -generalmente realizados por familiares cercanos a la persona que necesita cuidados. Utilizo el femenino porque la mayor parte de los trabajos de cuidados, remunerados o no, en México y en el mundo, lo realizan mujeres.

En promedio, las mujeres en México dedican el 66 % de su tiempo productivo al trabajo de cuidados no pagado. Los hombres, en contraste, dedican casi el 70 % de su tiempo productivo a trabajos remunerados en el mercado. Esta distribución social del trabajo de cuidados y del tiempo productivo por género hace que las mujeres tengan menos ingresos y también menor acceso a servicios de protección social.

El problema no son los trabajos de cuidados en sí. Este trabajo es, literalmente, vital, y no va a desaparecer. De hecho, la Organización Internacional del Trabajo estima que aumentará en las siguientes décadas. El problema es su distribución y la falta de valor que le damos.

Creemos que no genera ingresos, pero sin él el resto de las actividades productivas serían imposibles. De hecho, en 2019 se estimó que el valor del trabajo de cuidados no remunerado en México equivaldría al 22.8 % del PIB nacional. Los cuidados son trabajo y toda la sociedad dependemos de ellos y de las personas -especialmente mujeres- que lo realizan. A pesar de eso, no las llamamos trabajadoras ni les damos acceso a prestaciones laborales.

Esto se explica con la historia de la protección social. La mayoría de los beneficios que buscan proteger a las personas trabajadoras en caso de enfermedad, durante la vejez u otros momentos vulnerables, se diseñaron alrededor de un estereotipo de trabajador de finales del siglo XIX: un hombre cuyas obligaciones eran trabajar, ganar dinero y proveer. En la actualidad sabemos que el trabajo y la vida social no siguen, ni tienen por qué seguir organizados de esa forma. Sin embargo, los lineamientos de las protecciones sociales no se han actualizado lo suficiente.

Cambiar esta situación es complejo y se debe abordar desde distintos frentes. El trabajo de cuidados debe redistribuirse para que la carga no sea sólo de las mujeres, sino que participen todas las personas además del Estado y las empresas. Así, las mujeres tendrán la opción de dedicar más tiempo a trabajos remunerados que les garanticen protección social.

Por otro lado, la protección no debe ser sólo para trabajos de 40 horas semanales, durante años sin interrupción. Esta debe garantizarse a la par de horarios flexibles y con las interrupciones temporales que se necesitan para cuidar en diferentes puntos de la vida. Tanto para mujeres como para hombres. Pero esto tampoco es suficiente, se debe brindar protección social a quien cuida y ya hay distintos mecanismos haciéndolo en el mundo. Ruanda, por ejemplo, extendió su seguro médico para incluir a trabajadores no remunerados. En Chile y Uruguay, los sistemas contributivos de pensiones otorgan créditos a las personas cuidadoras para reconocer el tiempo que dedican al cuidado. En España, las personas cuidadoras no profesionales son parte del Régimen General de Seguridad Social.

Al comienzo me referí a la protección social como una promesa. Lo hice porque en México son muy pocos los trabajos que ofrecen protección social y, frente a este injusto escenario, puede ser difícil imaginar que podemos expandir sus límites. Sin embargo, ya hay propuestas federales como el Sistema Nacional de Cuidados y nuevos programas locales como los de los gobiernos de Zapopan y San Pedro Garza García, que buscan reconocer el trabajo de cuidados. Estos pueden ser el comienzo para proteger y ampliar la protección social de las personas cuidadoras y de todas las personas trabajadoras.