¡Arriba las sirenas negras!

martes, 21 de marzo de 2023

Por: Berenice Valencia Para: Animal Político

En septiembre del año pasado, Disney estrenó el trailer de su nueva versión de La Sirenita, donde Halle Bailey, una actriz negra, interpreta a la sirena Ariel. Con las primeras imágenes de la película llegaron críticas simplonas de adultos indignados por un casting que, decían, arruinaba sus infancias, y por videos de niñas emocionadas por verse reflejadas en Ariel. También surgieron artículos explicando acertadamente por qué la indignación de esos adultos viene del racismo y por qué es importante que las infancias negras se vean representadas en la pantalla grande.

Meses antes, cuando no había trailer pero ya sabíamos que Halle Bailey sería Ariel, se volvió popular el video de una niña a quien le preguntan en la calle qué opina al respecto y ella, sin inmutarse, contesta: “no las tenemos que discriminar, arriba las sirenas negras”. Me parece un gran mensaje para este Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial. No es suficiente con no discriminar, hay que celebrar la representación de la diversidad. Sin embargo, yo agregaría que es importante llevar nuestras conversaciones sobre racismo más allá de la discriminación y la representación.

En México, hasta hace un par de años las conversaciones sobre racismo eran prácticamente inexistentes. La idea de que México es clasista, pero no racista (como si eso fuera aceptable) no se cuestionaba. Recientemente se ha popularizado el cuestionar, al menos, la falta de representación en medios. Esto se debe, en buena medida, a Poder Prieto, una colectiva conformada principalmente por actrices y actores que han denunciado la discriminación racial en la industria del entretenimiento. Actores con mucha visibilidad como Tenoch Huerta y Maya Zapata han impulsado las discusiones sobre por qué en casi todos los programas de televisión, películas y comerciales mexicanos, los actores son blancos.

Que los protagonistas de nuestras historias sean siempre blancos en un país como México -donde el 19 % de la población se autoidentifica como indígena, el 2 % como afrodescendiente y el 67 % autoclasifica su piel en tonos morenos- muestra una evidente discriminación racial. Discriminar significa tratar de forma diferenciada y despreciativa a una persona o grupo debido a nuestros prejuicios respecto a ese grupo. En este caso, es lo que sucede no solamente durante los castings sino en las salas donde se escriben los guiones y detrás de las cámaras de las producciones mediáticas. México y el mundo se nos presentan como si sólo existieran cierto tipo de personas, como si nuestra empatía y nuestras narrativas sólo pudieran tratarse de gente blanca. Nos presentan la blanquitud como realidad única y como aspiración.

La discriminación, por supuesto, es un problema grave. Sin embargo, el racismo no se reduce a discriminación y para eliminarlo no es suficiente la representación en medios. El racismo no sólo es que no aparezcan personas negras o de pueblos originarios en la portada de Quien. El racismo (también) es la distribución desigual de recursos y poder que clasifica a las personas de acuerdo a ciertas características que se han construido socialmente (sin fundamento biológico, por cierto) como “razas”.

Entonces, el racismo está en los castings de Televisa, sí, pero también está en el hecho de que, en México, las personas afrodescendientes tienen un mayor porcentaje de analfabetismo y menos acceso al agua entubada. Está en el sistema de salud y de justicia cuando no garantizan el acceso a sus servicios en lenguas de pueblos originarios. El racismo está en la falta de datos sobre la situación económica de la población afrodescendiente y en el despojo y contaminación de las tierras de pueblos originarios.

Existen diversos colectivos como Copera, Afrontera, Kumoontun, entre otras, que nos proporcionan claves para expandir la conversación sobre el racismo y para exigir no sólo cambios de comportamiento individual sino políticas públicas que contribuyan a eliminarlo. La discriminación racial no se terminará si no atendemos el racismo estructural. Así que, celebremos a las sirenas, superheroínas y protagonistas negras y de pueblos originarios, pero hagámoslo sabiendo que la representación no soluciona la desigualdad estructural. Debemos exigir más.