Los Centros de Educación y Cuidado Infantil y la deuda pendiente con las mujeres trabajadoras
miércoles, 26 de febrero de 2025
Por: Marycarmen Rubalcava Oliveros Para: Animal Político
A principios de este año, la presidenta Claudia Sheinbaum anunció la creación de los Centros de Educación y Cuidado Infantil (CECI), iniciando su construcción en Ciudad Juárez, Chihuahua, de la mano del IMSS y del DIF. Mencionó que esta acción es un paso para saldar una deuda histórica de justicia social con las mujeres trabajadoras de la maquila. Y, en parte, lo es. Sin embargo, para que los CECI tengan un impacto real en la vida de las mujeres trabajadoras, deben formar parte de una estrategia más amplia que incluya trabajo digno, acceso a seguridad social y políticas que prevengan la explotación y la discriminación en el empleo.
Garantizar el derecho al cuidado y la infraestructura necesaria para hacerlo realidad es una forma de reconocer y aliviar la carga que han llevado por años las madres y mujeres mexicanas, muchas veces a costa de su autonomía económica, su bienestar y su tiempo. Porque aunque cuidar puede nacer del cariño, también implica un esfuerzo y un costo. Los CECI son un avance clave en la organización social del cuidado, pero hay que ampliar la discusión más allá del cuidado y empezar a cuestionar el modelo en el que están inscritos.
Los CECI se presentan bajo la misma premisa que muchos centros de atención infantil: garantizar un ambiente seguro donde niñas y niños puedan desarrollarse, y donde se procure su bienestar físico y emocional. Así, las familias, idealmente, delegarían sus tareas de cuidado de manera temporal con la seguridad de que sus hijas e hijos recibirán un cuidado y educación digna y respetuosa. Se asume que con estas políticas, las mujeres pueden redistribuir su tiempo y fortalecer su autonomía económica. Y hasta cierto punto, es verdad. Las guarderías no solo deberían procurar el cuidado de niñas y niños, sino también tendría que haber un cambio en la vida (especialmente laboral) de las cuidadoras principales e, incluso, impulsar la incorporación de las mujeres al mercado de trabajo. Pero ¿hasta dónde puede llegar esta promesa en sectores de trabajo precarizado, como el de la industria manufacturera?
En 2023, la Encuesta Anual de la Industria Manufacturera del INEGI reveló que el 36.2 % del personal ocupado en la industria son mujeres con una participación mayoritaria en los sectores de fabricación de prendas de vestir y producción de textiles. Según el Informe Inspeccionando la Inspección en México: el caso de la industria indumentaria en México, este sector está marcado por la precariedad: el 95% de los establecimientos son micronegocios y el 81 % operan en la informalidad. En estos micronegocios, las mujeres representan el 66 % del personal, y el 77 % de ellas trabajan en condiciones informales, sin acceso a derechos laborales básicos. Esto plantea un primer reto en temas de cobertura de los CECI, pues más de la mitad de las mujeres que podrían ser beneficiadas no tiene ni seguridad social.
Los otros retos vienen de la falta de corresponsabilidad para y con las trabajadoras de parte de la política de cuidado infantil. Muchas mujeres en la maquila enfrentan largas jornadas sin un salario justo, condiciones laborales inseguras, exposición a materiales tóxicos, además de violencia y discriminación constantes. En este contexto, garantizar espacios de cuidado para hijas e hijos de las trabajadoras es un avance, pero no es suficiente para hablar de justicia social. Delegar el cuidado infantil a otro agente sin transformar las condiciones laborales no elimina los obstáculos que enfrentan las trabajadoras; por el contrario, refuerza su rol como madres y las reconoce como trabajadoras en tanto tienen derecho a un centro de cuidado.
Los CECI no han logrado poner al centro a las mujeres trabajadoras, sino a sus hijos e hijas, y a su tiempo de trabajo. Pero la deuda histórica se debe a un sistema laboral injusto, uno que sigue intacto, porque aunque los CECI se vuelvan una realidad, siguen inscritos en un modelo de desigualdad que no mejora las condiciones de trabajo ni la autonomía económica de las mujeres que trabajan en la maquila. Más que liberar su tiempo, estos centros pueden reforzar la idea de que la principal necesidad de las mujeres es el acceso al cuidado infantil, dejando en segundo plano la urgencia de mejorar sus derechos laborales.
Tal y como están planteadas actualmente, las guarderías no avanzan hacia una verdadera igualdad de género. Si apostamos por la creación de políticas de cuidado, habría que pensarlas en su definición general de acciones que sostienen la vida, pero en un contexto de injusticia laboral ¿qué vida se puede sostener?