Las múltiples tragedias de Acapulco

lunes, 27 de noviembre de 2023

Por: Liliana Alvarado Para: Opinión 51

El huracán Otis dejó a su paso por Guerrero muertos, desaparecidos y destrucción. Las principales afectaciones del fenómeno categoría 5 se dieron en el puerto de Acapulco, en donde las rachas de viento se llevaron una buena parte de la infraestructura, del sistema eléctrico, de telefonía e internet y de la propia vida que caracterizaba al puerto. Si bien es cierto que la época dorada de Acapulco quedó atrás hace varias décadas, seguían siendo muchos los turistas nacionales y extranjeros que acudían de manera periódica a pesar de todos sus problemas. 

Mi esposo y yo estamos entre ese grupo de personas que acudía al puerto periódicamente, ya fuera solos o acompañados de amigos. Al paso de los años los planes se tuvieron que ir adaptando. Algunas cosas que ya no hacíamos incluían transitar en la carretera sin luz de día por temor a los asaltos. Las salidas a cenar eran cada vez menos, pues el ambiente en varios de los restaurantes empezaba a sentirse pesado e inseguro. Había zonas en las que sabíamos que ya no debíamos circular y las evitábamos de antemano. No obstante, a pesar de tomar precauciones, en nuestra última visita nos surtieron gasolina “pirata” y como consecuencia llegamos a la Ciudad de México después de varias horas arrastrados por una grúa. No es ningún secreto que la decadencia del puerto se debe, en gran medida, a la presencia del crimen organizado.

Actualmente Acapulco vive varias tragedias. La primera relacionada con el fenómeno natural y la segunda con la forma en la que las autoridades han reaccionado frente al mismo. A casi una semana del huracán, el presidente Andrés Manuel López Obrador declaraba que “no va a llevar mucho tiempo, tengo el sueño y el ideal de que… ya en la Navidad las familias van a estar muy contentas en Acapulco, van a estar, como lo merecen, muy felices… no va a haber amarga Navidad”. 

¿Quién podría creer que la población de Acapulco estará muy contenta en un mes? Este tipo de declaraciones se suman a la lista, donde también encontramos frases como “en mi gobierno ya no hay corrupción” o “en marzo vamos a tener funcionando el mejor sistema de salud del mundo”, las cuales no se basan en información confiable ni en evidencia. El sexenio está por terminar y pareciera que a estas alturas el presidente no se da cuenta que sus buenos deseos, por sí solos, no tienen la capacidad de convertirse en realidad. 

La reconstrucción de Acapulco llevará varios años; por ejemplo, el sector privado asegura que serán dos, pero lo trágico es que al momento ni siquiera se logra abastecer a la población de los bienes y servicios básicos, como alimentos y agua. Tampoco tenemos datos que nos dejen saber exactamente cuántos hoteles y viviendas cuentan con un seguro y cuál será su cobertura. La incertidumbre no cesa pues no tenemos certeza si aún cuando pasen uno, tres o cinco años de la tragedia, el desempleo, la pobreza y la violencia seguirán siendo palpables, o si el sector privado tendrá la capacidad y voluntad de echarse a cuestas una responsabilidad que en teoría debería compartirse con el sector público. 

Por supuesto que indigna la falta transparencia respecto a los recursos que supuestamente serán destinados a la reconstrucción y también lo hace la justificación del presidente ante su distanciamiento del puerto, mencionando que lo hace para que nadie lo “ningunee”. Qué tiempos nos tocaron vivir, en donde el Ejecutivo decide si quiere o no priorizar una tragedia, si quiere o no rendir cuentas, si quiere o no ser testigo de la desgracia que afecta a una población. 

A la ecuación del desastre se le suma otro cabo suelto: el crimen organizado. Una posibilidad es que se aproveche del caos para afianzar su ya avanzada presencia. Desafortunadamente, no hay indicios de que las autoridades locales o federales vayan a emprender acciones para intentar frenar sus actividades. 

El próximo 2 de junio son las elecciones, en donde se renovarán no solo la presidencia sino también otros puestos de elección popular a nivel estatal y municipal. Es importante que los verdaderos olvidados y ninguneados de esta y otras tragedias que se han suscitado en este sexenio, razonen su voto. Son pocas las formas que tenemos como ciudadanía para premiar o castigar la gestión de nuestros gobernantes. El voto es la principal. 

Por mi parte deseo regresar a Acapulco, tengo muy presente una serie de buenos momentos que he acumulado durante todos estos años. Ello, a pesar de sus múltiples imperfecciones y tragedias.